lunes, 7 de julio de 2008

Positivismo, bendiciones y maldiciones

En una reunión una mujer se quejaba de que su marido siempre estaba en casa; cuando él salía del trabajo, de inmediato se trasladaba a su hogar. Sábados y domingos se hallaba ahí de tiempo completo. Su malestar consistía en nunca poder estar sola; esta situación se le había convertido en un auténtico fastidio. En cambio, otra de las asistentes a la reunión se lamentaba de que su pareja viajaba demasiado y era muy poco el tiempo que compartían. Una más se sentía fastidiada porque su madre siempre estaba atenta de ella, la llamaba todos los días y constantemente preguntaba por su salud. Una señora, de mediana edad, se dedicó a quejarse toda la tarde de su trabajo, se le hacía rutinario y, por la cantidad de problemas que tenía que resolver a diario, muy pesado. Así, el grupo de mujeres que se había reunido para compartir una taza de café, más bien parecía una manifestación de mártires graduadas, cuyo único afán era compartir sus amarguras, o al menos parecía una competencia de quién sufría más. Por supuesto, en su opinión, cada una de ellas se merecía el galardón del primer lugar, pues nadie de las presentes la podía superar.

Yo cambié de óptica y traté de analizar lo positivo que contenía la situación de cada mujer. De la que se quejaba de la presencia de su marido, su bendición era tener alguien que siempre la acompañaba; de aquella que se lamentaba de la ausencia de su pareja, su bendición era tener tiempo para dedicarse a otras cosas; quien no soportaba su trabajo, su bendición era tenerlo; y qué decir de la bendición de tener una madre que cariñosamente se ocupa de su hija. Concluí que toda bendición no aceptada se convierte en maldición. Que es usual tropezarse con personas que han hecho de sus vidas un calvario, pues han perdido la dimensión positiva de sus circunstancias, convirtiéndose en inconformes negativos. Creo que les produce una gran satisfacción recibir la compasión de los demás; de hecho, es un juego psicológico para manipular el reconocimiento, obedece a una necesidad inconsciente de recibir caricias. Por supuesto, es un juego mortal, pues perdemos la vida, porque en lugar de crecer en la intimidad y construir una valiosa relación, nos dedicamos a desperdiciar el recurso más valioso, no renovable e irrecuperable: el tiempo.

  • ¿Tiene por costumbre lamentarse de su circunstancia?

  • ¿Cuál es su actitud ante los mártires graduados?

  • Tanto el que se lamenta, como quien lo escucha, pierden inútilmente el tiempo, ¿se atrevería a romper el juego?

La relación humana debe ser un tejido permanente. En cada encuentro que tenemos con otra persona, debemos darnos la oportunidad de enriquecernos mutuamente, evitando manipular para obtener su reconocimiento. Además, es vital buscar el enfoque positivo de nuestra circunstancia. Usualmente amamos lo que no poseemos y despreciamos lo que tenemos, agregándonos penas gratuitamente. Debemos aprender a transitar en la vida con un equipaje más ligero; tenemos por costumbre ver el lado oscuro de las cosas; la auténtica iluminación es ver el lado brillante en cada situación. Esto no es una utopía, y tampoco debe confundirse con ver las adversidades con cristales color de rosa, sino buscar su dimensión positiva, y parafraseando a mi amiga y poeta Ana María Rabatté, “disfruta los buenos momentos, porque los malos te llegan solos”.

Si quieren hacerlo participar en el juego del sufrimiento, aprenda a distinguirlo, ubique a su interlocutor y llévelo al campo de la reflexión. Cuestione en el sentido de qué piensa hacer, en forma específica, para aliviar ese profundo sufrimiento, y si aún así insiste en que se encuentra en un callejón sin salida, cambie de tema y solicite su ayuda para enriquecerse mutuamente. No desperdicie la oportunidad en lamentaciones sin final.

La amistad es una sublime manifestación del amor, que debe ser constantemente cuidada y acrecentada. La intimidad consiste en compartir profundamente nuestro ser, y para ello es necesario confiar nuestras penas, alegrías, éxitos, fracasos y sueños. Lo que debemos evitar es la búsqueda manipuladora de reconocimientos a través de provocar lástima.

Es preferible transitar en la vida con una pequeña luz de positivismo que vivir siempre en la oscuridad.


Miguel Angel Cornejo

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