miércoles, 14 de mayo de 2008

Ejercicio desde la infancia para prevenir el cáncer de mama

La actividad física en los primeros años reduce varios factores promotores del cáncer
  • Las mujeres más sedentarias tienen mayor riesgo, según la mayoría de estudios
La mayoría de los trabajos que han demostrado hasta ahora un efecto protector del ejercicio físico contra el cáncer de mama, se refería a los tumores que aparecen después de la menopausia. Sin embargo, un 25% de los cánceres de mama se diagnostica a mujeres premenopáusicas, y suele tratarse de tumores más agresivos, con peor pronóstico. Una nueva investigación ha demostrado que hacer deporte en la infancia y adolescencia puede ser un buen antídoto contra el cáncer de mama premenopáusico.

No es una cuestión fácil de analizar porque hay que tener en cuenta multitud de factores, desde el tipo, dosis e intensidad del ejercicio, hasta la historia reproductiva de la mujer (número de hijos, edad de su primera regla, lactancia...), sus antecedentes familiares o su peso, entre otras cuestiones.

En este caso, investigadores de la Universidad de Washington (en EEUU) analizaron a casi 65.000 enfermeras premenopáusicas incluidas en un gran estudio denominado el Nurses' Health Study II. Las participantes, que habían sido incluidas en esta gran investigación en 1997, tenían en la actualidad entre 33 y 51 años. Durante seis años, los investigadores les realizaron cuestionarios periódicos sobre sus hábitos de vida y sobre el tipo de ejercicio físico que habían practicado desde los 12 años.

Sus análisis demostraron que aquellas que estaban más en forma tenían hasta un 23% menor riesgo de sufrir un tumor mamario antes de llegar al climaterio. Aquellas que más se habían 'movido' entre los 12 y los 22 años fueron las que más se beneficiaron de este efecto protector (un 25% menor riesgo). En el tiempo que duró el trabajo, 550 de las mujeres desarrollaron un tumor de mama.

Tres horas corriendo ó 13 caminando

Los beneficios del ejercicio no se relacionaron con ninguna actividad o intensidad concreta, sino más bien con el volumen total de ejercicio físico entre los 12 y los 35 años (porque a partir de esa edad se produce una reducción generalizada del nivel de entrenamientos que practican las féminas). Concretamente, las que menor riesgo de cáncer presentaban corrían alrededor de tres horas a la semana o bien caminaban 13 horas semanales. "No necesitas ser una corredora de maratón para beneficiarte de los efectos del ejercicio", apostilla Graham Colditz, director del estudio.

Tal y como señala el documento, publicado en la revista 'Journal of the National Cancer Institute', la tasa ajustada de cáncer en este grupo pasó de 194 casos por cada 100.000 personas/año entre las más sedentarias a sólo 136 por cada 100.000 en el subgrupo de las mujeres más activas durante su infancia y adolescencia.

El ejercicio durante la adolescencia es especialmente importante porque en este período el organismo femenino es una pura revolución hormonal, y parece que la actividad física de cualquier tipo es capaz de reducir los niveles de estrógenos (las hormonas femeninas cruciales en el germen de muchos tumores de mama).

Como media, un 25% menos riesgo

En este sentido, una segunda investigación publicada esta semana en el British Journal of Sports Medicine coincide en que el beneficio del ejercicio tiene que ver precisamente con su acción sobre las hormonas: tanto los estrógenos como la insulina y sus factores relacionados (que aumentan la proliferación celular).

En este caso, dos investigadores de la Universidad de Melbourne (Australia) revisaron 62 de los 80 trabajos que se han realizado en todo el mundo sobre los beneficios del deporte contra el cáncer de mama. El 76% de ellos ha demostrado que cualquier entrenamiento moderado o intenso protege a las mujeres, con una reducción del riesgo respecto a las más sedentarias del 25%-35%.

Especialmente beneficioso resulta el ejercicio de intensidad moderada durante el tiempo de ocio (también se valoró el que se lleva a cabo al hacer las tareas de la casa o en el trabajo). Y las que más se benefician son las mujeres postmenopáusicas, con un peso normal, sin antecedentes familiares de la enfermedad y que hayan tenido algún hijo.

En este metaanálisis (revisión de varias investigaciones), el ejercicio resultó más beneficioso si se practicaba durante toda la vida, aunque la actividad física después de la menopausia y en la infancia/adolescencia también repercutió positivamente. C. M. Friedenreich y A. Cust coinciden con sus colegas del primer trabajo en que habrá que seguir estudiando los mecanismos por los que el deporte puede frenar el proceso tumoral, aunque sospechan que tiene que ver con la reducción de los estrógenos, los cambios en la insulina y en otros factores inflamatorios [promotores del proceso tumoral] así como con su papel sobre el sistema inmunológico.

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