Ninguna enfermedad, en toda la historia de la medicina, ha sido tan exhaustivamente estudiada y en tan poco tiempo como el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, el sida. En apenas un cuarto de siglo ha pasado de ser una sentencia de muerte de origen desconocido a considerarse una enfermedad crónica con la que el infectado puede convivir durante muchos años, y finalmente morir por cualquier otra causa. Pero en este tiempo se ha llevado por delante más de 25 millones de vidas y en la actualidad infecta a cerca de 33 millones de personas.
Tampoco otra enfermedad, salvo el cáncer, ha sido objeto del desvelo de tantos investigadores. Y entre los pioneros en el estudio del sida, el Premio Nobel de Medicina y Fisiología reconoció ayer la labor de sus descubridores, los investigadores franceses Luc Montagnier y Françoise Barré-Sinoussi.
Ambos compartirán el galardón con el profesor alemán Harald zur Hausen, que identificó otro virus, el del papiloma humano, como causa del cáncer de cuello de útero, el segundo tumor que más fallecimientos causa entre las mujeres -unos 250.000 al año- y que afecta a medio millón de nuevas enfermas cada año.
«Un descubrimiento esencial»
Montagnier y Barré-Sinoussi han sido galardonados por identificar y describir en 1983 el virus causante del sida, una infección que cada día se cobra 5.700 vidas en el mundo, principalmente en los países en desarrollo. Este descubrimiento, según reza el comunicado del Comité Nobel, «fue esencial para la comprensión actual de la biología de la enfermedad y su tratamiento antirretroviral».
Montagnier, de 76 años, trabaja en la Fundación Mundial para la Investigación y Prevención del Sida, en París; mientras que Barré-Sinoussi, de 61 años, desarrolla su labor investigadora en la Unidad de Regulación de Infecciones Retrovirales del Instituto Pasteur, también en París.
Tal como recuerda el Instituto Karolinska en su comunicado, «tras detectarse la existencia de un nuevo síndrome de inmunodeficiencia, en 1981 comenzó la búsqueda del agente causante de la enfermedad». Fue en 1983 cuando ambos científicos «consiguieron aislar el virus a partir del análisis de células de nódulos linfáticos de pacientes a los que se les habían hinchado, un síntoma característico de las primeras etapas de la inmunodeficiencia». El descubrimiento del patógeno, que desde 1986 es denominado virus de inmunodeficiencia humana (VIH), permitió tanto el desarrollo de un anticuerpo que se comenzó a utilizar para identificar a los infectados dentro de los grupos de riesgo, como el inicio de las investigaciones sobre posibles tratamientos y una vacuna.
En cuanto a los antirretrovirales, los éxitos en las terapias con estos fármacos han repercutido en la esperanza de vida de las personas infectadas, «que ahora alcanza niveles similares a los de las personas no infectadas», añade el comunicado. Sobre la posibilidad de una vacuna terapéutica, Montagnier manifestó ayer, junto con su satisfacción por el galardón, su convencimiento de que «en una década la comunidad investigadora sea capaz de ponerla a punto».
El científico francés conoció la noticia de su galardón en Abiyán, capital de Costa de Marfil, desde donde aseguró que «los investigadores debemos continuar trabajando porque sigue sin existir una cura para el VIH... Lo podemos ver aquí, en África». Montagnier afirmó que su trabajo seguirá adelante con el mismo ahínco con que lo ha desempeñado desde hace 25 años: «Actualmente me ocupo en descubrir terapias complementarias que permitan erradicar esta infección, a fin de que los pacientes puedan recibir tratamiento durante un tiempo corto y, después, curarse». Barré-Sinoussi, por su parte, afirmó en París al conocer el premio: «Pienso que he tenido mi parte de responsabilidad, aunque confieso que estaba muy lejos de esperarme esta noticia».
En la línea de modestia que ha caracterizado a esta investigadora en el cuarto de siglo que lleva persiguiendo las claves del sida, en las que ha firmado como autora principal el primer trabajo científico dedicado al virus, la viróloga del Instituto Pasteur afirmó que «he tenido una vida antes de 1983 y una vida después de 1983». Pues en su vida posterior a esa fecha clave, Françoise Barré-Sinoussi ha contribuido de manera brillantísima a desarrollar los test capaces de diagnosticar la infección.
Cáncer de cuello de útero
En cuanto al otro galardonado con el Nobel de Medicina 2008, el alemán Harald zur Hausen, de 72 años y ex director del Centro de Investigaciones sobre Cáncer en Alemania, ha visto reconocida su labor al «aislar el virus del papiloma humano, responsable del cáncer de cuello de útero», según anuncia el comunicado del Comité Nobel.
Frente a la opinión predominante en los años setenta, Zur Hausen se jugó su prestigio científico al postular el papel jugado por un virus oncogénico, el virus del papiloma humano (VPH), en el cáncer de cérvix o de cuello de útero. Fue a partir de estudios con liebres cómo el investigador alemán logró aislar dos cepas del VPH implicadas en el 70 por ciento de los tumores de cérvix. Sus descubrimientos, con años de investigación posterior, permitieron el desarrollo de la vacuna preventiva contra el papiloma humano, que acaba de introducirse en el calendario español de vacunaciones.
Al conocer ayer la noticia, Zur Hausen mostró su satisfacción por el premio recibido y lamentó que, pese a ser un gran avance médico, la vacuna contra el VPH «sea tan cara que sólo está al alcance del mundo occidental, ya que resulta prohibitiva para las mujeres de los países en desarrollo».
Los tres investigadores recibirán su galardón el 10 de diciembre, en la ceremonia celebrada cada año en Estocolmo. Zur Hausen percibirá la mitad de la dotación del premio -un millón de euros-, y Montagnier y Barré-Sinoussi se repartirán la otra mitad.
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