Pregunta. Hay muy poca experiencia en el trasplante de cara. Dos en Francia y uno en China. ¿Cómo prepara el suyo?
Respuesta. Ya hemos hecho la simulación quirúrgica con dos cadáveres, uno como donante y el otro como receptor, en la facultad de Medicina del CEU de Valencia. La realidad es que nadie tiene experiencia en trasplantes de cara. Los que más tienen son los dos médicos franceses, pero con sólo dos casos, eso no es tener experiencia. Aunque no hay ninguna cirugía que se le parezca, guarda muchas similitudes con las intervenciones de reconstrucción microquirúrgica que nuestro equipo hace todos los días. El problema es que existen intervenciones en las que alguien tiene que ser el primero en aplicarlas.
P. ¿Qué parte es la más difícil?
R. Todo es microcirugía, pero lo más complicado es sincronizar los tiempos entre el equipo que prepara la cara del receptor, sus arterias, los nervios... y el equipo que extrae la cara del donante, al que además se le ha de colocar una mascarilla de silicona para minimizar el impacto estético por respeto a sus familiares.
P. Entonces, el donante va a tener que ser de Valencia.
R. Lo ideal sería que fuese del mismo hospital valenciano de La Fe.
P. ¿Y el equipo médico pertenece a su centro privado o participarán también profesionales de La Fe?
R. No, no, no. En nuestro equipo somos suficientes. En la intervención sólo pueden participar profesionales con una experiencia extrema en microcirugía.
P. Para hacer el primer trasplante de manos le costó convencer a las autoridades. ¿Ha sido tan difícil lograr el permiso para el trasplante de cara?
R. Ha sido muy sencillo. Pedimos la autorización a la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) a finales del año pasado y nos la han dado hace un par de meses. Entiendo que en su momento todo fueran recelos. Creo que a estas alturas ya se ha demostrado que lo sabemos hacer.
P. ¿A quién se aplica un trasplante de cara?
R. El candidato por excelencia es una persona con una pérdida muy importante en una parte o toda la cara, y que no obtenga buenos resultados con las técnicas de reconstrucción normales, las que utilizan tejido propio del paciente. También se puede aplicar a personas con tumores benignos o malformaciones vasculares muy desfigurantes, como la neurofibromatosis, la enfermedad del hombre elefante.
P. ¿Quién va a ser el primero a quien le trasplante una cara?
R. Tenemos un primer paciente, un hombre a quien le falta parte de la cara. No puedo dar más datos. Una vez esté operado y trasplantado, él mismo decidirá si quiere exponerse ante los medios de comunicación o no. Había otros dos candidatos, una mujer y un hombre jóvenes, pero de momento no se les operará.
P. ¿Qué puede hacer que un paciente deje de ser candidato?
R. Que sea candidato desde el punto de vista anatómico no significa que sea un candidato en toda regla. Puede desestimarse porque su personalidad no sea la apropiada para la cirugía.
P. ¿Y cuál sería una personalidad no apropiada?
R. Hay muchas. Por ejemplo, que el paciente no tenga un concepto realista del procedimiento y crea que el objetivo es restablecer la cara que tenía antes del accidente. Con el trasplante se le pone una cara humana, pero es imposible restablecer la cara de antes. También debe tener un equilibrio psicológico, porque si una vez hecho el trasplante se desestabiliza, puede abandonar la medicación para evitar el rechazo.
P. Pero es normal que se aspire a recuperar la cara.
R. Puede recordar la cara que tenía, pero la realidad es que ya no la tiene. El objetivo es proporcionarle una cara en las mejores condiciones, que le permita socializarse con normalidad.
P. ¿Y recuperar la identidad?
R. Los trasplantes de cara tienen muy poco que ver con la identidad. Eso viene del cine y de la literatura, pero no es la situación médica. Tú eres tu pensamiento, tus emociones... Te puedes poner una careta y no por eso cambia tu identidad. En el caso de un paciente que ha perdido la cara, a quien la gente identifica por su deformidad, no cambia su identidad, le damos unas facciones que visualmente no resultan agresivas.
P. Para la familia del donante ¿es más difícil donar la cara que otros órganos?
R. Muchísimo más. Es más fácil donar órganos internos. La cara y las manos son algo que has visto, que has tocado; son órganos cargados de emotividad.
P. ¿Se acaba pareciendo el receptor al donante?
R. Eso no es relevante. En el parcial, no. En el completo, que aún no se ha hecho con pacientes, se ha visto en trabajos experimentales con cadáveres que el resultado acaba siendo algo intermedio, pero el parecido no es sustancial.
P. ¿Por qué se ha especializado usted en misiones imposibles?
R. Vale la pena complicarse a cambio de mejorar la calidad de vida de las personas.
P. Tiene fama de ser muy competitivo.
R. Soy competitivo, sí, como los machos de todas las especies. Los médicos somos muy competitivos, y los cirujanos aún más. Me estoy curando, pero no del todo.
P. Usted dice, con ironía, que tiene un club de fans, en referencia a quienes le critican.
R. Sobre mí han dicho de todo. Pero, ¿se imagina estar pendiente todo el rato de lo que dicen los demás? Me da pereza pensar en ello. Como decía don Quijote: "Ladran, amigo Sancho, luego cabalgamos". Antes buscaba confrontación, ahora me da bastante igual. Sólo me importa lo que digan las personas mayores y la gente razonable y honesta.
P. Usted tiene una fundación. Cada verano va en Kenia y opera a personas que han sufrido mutilaciones. ¿Cómo lleva el pasar de la cirugía altamente tecnificada a la cirugía de campaña?
R. Es la noche y el día. Imagine cuántos amputados hay en Sierra Leona o en Ruanda. Imagine lo que se podría hacer. Pero es impensable, porque además no se les podría facilitar la medicación. Me irrita pensar que dos personas con el mismo problema, por vivir en partes distintas, uno tiene acceso a un tratamiento y otro nunca lo tendrá.
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