domingo, 14 de diciembre de 2008

"La medicina tomó el lugar que antes era de la religión"

Es médico desde muy joven, pero se lo conocer por su labor periodística -es fundador de la revista Lamujerdemivida- y literaria. Su último libro trata sobre la longevidad; es una crónica sobre los viejitos díscolos de Vilcabamba, Ecuador: llegan a los 120 años pese a comer con sal, beber y fumar.
RICARDO COLER, MEDICO, PERIODISTA Y ESCRITOR. SE DEFINE COMO UNA PERSONA QUE HA TRABAJADO MUCHO PARA PODER ESCRIBIR.
RICARDO COLER, MEDICO, PERIODISTA Y ESCRITOR. SE DEFINE COMO UNA PERSONA QUE HA TRABAJADO MUCHO PARA PODER ESCRIBIR.

"Yo no sé muy bien cómo es el tema de la vocación. No puedo decir que no me gusta ser médico, porque me gusta, aunque la escena que cuento en mi último libro -el padre disfrazándolo de médico a los dos años- es verdadera. Pero siempre quise escribir y haberle dado bola a esas ganas me puso en camino. Antes, llevaba una vida emocional muy enquilombada". A Ricardo Coler, -médico y escritor- las ganas de escribir lo llevaron lejos.

Es autor de tres libros,"El reino de las mujeres" (2005), "Ser una diosa" (2006) y "Eterna juventud", (2008) y editor de la revista cultural Lamujerdemivida. Además revitalizó un género que la literatura frecuenta poco desde hace más de cien años: la crónica de viajes, con la que brillaron Heródoto, Marco Polo, Alexander Von Humboldt y Lucio V. Mansilla, entre otros.

Coler hizo todo esto en los últimos "6 o 7 años".

Te costó mucho largarte...
Sí. No soy un talentoso de la escritura, soy una persona que ha trabajado mucho. Mi primera publicación fue en la revista Viva, con el editor de entonces, Adrián Van der Horst -quien lamentablemente murió-. Me hizo reescribir la nota un montón de veces, hasta que quedó bien y lo publicó. Lo mismo me pasó con mi primer libro, me costó mucho conseguir editorial. Hasta que lo vio Paula Pérez Alonso -de Planeta- y le gustó. También me hizo trabajar mucho el estilo.

Además de un estilo pulido a fuerza de tenacidad, tiene un método de trabajo muy personal: "Atrás de cada libro, siempre hay una pregunta", explica. Y son preguntas que le importan a todo el mundo. Investiga, viaja a lugares remotos, vuelve y cuenta experiencias increíbles.

¿Documentás tus trabajos?
Sí. Grabo, filmo y fotografío todo: a mí me ha pasado seguir libros de antropólogos, ir a parar a lugares que están fuera de todos los mapas y encontrarme con que lo que contaban no existía.
Así que yo trabajo con una enorme cantidad de registros.

Es que las preguntas lo llevan muy lejos. En "El reino de las mujeres", la complejidad de la relación con el sexo opuesto lo llevó a la aldea de los Mosuo, en China, el "último matriarcado".

¿Cómo es el mundo mosuo?
Es un lugar donde ser violento baja el status, donde a nadie le interesa acumular riquezas y donde las mujeres no se casan: prefieren vivir enamoradas.

¿Y en "Ser una diosa", ¿cuál fue la pregunta inicial?
Hubo una época en que los dioses venían mucho a la tierra, hablaban con la gente, se enojaban con unos, protegían a otros. Quise saber qué significaba encontrarse cara a cara con un dios.
En Katmandú vive una diosa con 14 millones de creyentes: hice todo lo necesario para encontrarme con ella, considerando que si uno respeta todas las religiones supone que son todas formas diferentes de adorar al mismo dios.

¿Qué te llevó a tu último libro?
A raíz de ciertos experimentos de la biología sobre organismos simples -lograron duplicarles y hasta triplicarles el tiempo de vida- me pregunté qué pasaba en los lugares donde la gente vive mucho. En Vilcabamba (una ciudad ecuatoriana) la población come con sal, fuma, se droga, vive sola o en la calle y sin embargo llega a los 120 años. Esto sucede sin la intervención de la medicina, que en nuestras sociedades ha tomado el lugar que antes ocupaban la religión y la moral.El médico es quien te reta o te restringe. Lamentablemente, en general tiene razón: si te cuidás, vas a vivir más. Pero en la actualidad pareciera que lo único importante es estar bien. Los artistas no suelen ser saludables. Iniciar un movimiento político, tampoco. Hay otros nortes posibles: conseguir objetivos, hacer grandes obras...

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